El Virus de la Reflexión (Colaboración del exalumno Leví Mansur Vergara)

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Leví Mansur Vergara, exalumno Marista egresado de nuestro Colegio en 1971, a quien agradecemos este interesante artículo.

Se forma profesionalmente en universidades norteamericanas logrando su doctorado en genética vegetal en la Universidad de California considerada la número seis del mundo en el ámbito agrícola.  Fue profesor en la University of Utah, en la Iowa State University y por 27 años en la Pontificia Universidad Católica de Chile retirándose como profesor titular el año 2018.  Ha presentado más de 100 seminarios en reuniones científicas y universidades en Latinoamérica, Medio Oriente, Estados Unidos y Europa.  Es Miembro de Número de la Academia Chilena de Ciencias Agronómicas desde 2013.

 

Estableció el primer programa de mejoramiento genético de plantas nativas en Chile en 1996 y en colaboración con la Profesora Gabriela Verdugo, patenta en Estados Unidos las primeras variedades de Leucocoryne (flor endémica chilena). Fue pionero en Estados Unidos en el mapeo genético con marcadores moleculares en la soya.  Tiene a su haber 37 publicaciones científicas en prestigiosas revistas de circulación internacional, que gozan de más de 2500 citas.  Actualmente sigue dirigiendo Mansur Agricultural Service Ltda. (1992-presente) empresa de exportación de servicios de investigación en mejoramiento genético.

 

El virus de la reflexión

                                                                                                         

Leví Mansur, Ph.D.

                                                                                                         

Genetista

 

La tesis de este artículo es que el modelo de sociedad llamada a salvar la humanidad precisa de un cambio fundamental de

nuestro nivel de conciencia para evolucionar paulatinamente desde un parasítico hacia uno simbiótico.

La simbiosis es la interacción que se da cuando los humanos se benefician mutuamente para vivir en equilibrio. 

 

Al contrario, el parasitismo se da cuando un humano, o un grupo de humanos, obtiene su sustento o su riqueza a expensas de otros humanos. Por lo tanto, se argumenta que ya no es suficiente con refundar el capitalismo o relanzar el socialismo. Ambos sistemas han fracasado porque han sido desastrosamente parasíticos, especialmente con el planeta.

 

Mientras mayor sea la proporción de simbiosis en el conjunto de las interacciones humanas, más virtuosa y eficientes serán los emprendimientos, la formación de valor, el cuidado de la naturaleza, de la que dependemos ineludiblemente, y la eliminación de las injusticias y desigualdades de la sociedad actual.  Los países escandinavos parecieran haber emprendido con mayor fuerza una economía y forma de vivir con una mayor proporción de interacciones simbióticas que el resto del mundo.

 

El virus de la reflexión

     

    El Virus

 

Luego de observar su aparición y despliegue, el Coronavirus Covid-19 es un minúsculo e invisible agente infeccioso, provisto con un software genético malicioso, que cobra vidas parasitando sigilosamente la esencia genética de las células de su huésped humano, para conseguir replicarse y propagarse incesantemente por todos los rincones del planeta, a partir de un solo individuo en China, quien supuestamente lo ingirió de un animal salvaje. En tiempo récord, contagia a millones de personas en el mundo entero, sin importar el poder económico o militar de los países a los que envuelve en una crisis sanitaria y económica, que ha traído consigo miserias humanas, es decir, muerte, enfermedad, quiebras, desempleo, hambre. Como es de esperar, golpea más duro a las personas y países más débiles.  Ha producido pánico y, con ello, una crisis mundial cuyas consecuencias y alcances aún no podemos visualizar en su totalidad.  

 

Su aparición sí nos ha permitido visualizar nuestra actual sociedad global como nunca antes, develando lo enmarañada, precaria, frágil, débil y desequilibrada que es. Este virus ha alzado la alfombra donde hemos mantenido escondido toneladas de polución mental, de acciones maléficas y desidia, y nos obliga a darnos cuenta que somos una especie que habita un planeta y, no solo personas que habitamos en un hogar, barrio, ciudad o país. Es así que el virus nos obliga a reflexionar como especie, mirarnos al espejo y observar nuestra dualidad, la cual, según la visión atribuida a la cultura Cherokee, nos recuerda que dentro de nuestras almas habitan dos lobos, uno parasítico y uno simbiótico. Y al hacerlo, constatamos que hemos alimentado más al lobo parasítico, aquel de la codicia, la envidia, la avaricia, la arrogancia, el ego, el desamor, y que hemos descuidado al simbiótico, aquel de la cooperación, la empatía, la generosidad, la compasión, la alegría, la esperanza, la serenidad, la humildad, o sea, el del amor. Tomar conciencia de ello, nos interpela a tomar decisiones personales y colectivas sobre cómo vamos a sortear los apremiantes problemas que amenazan nuestra sobrevivencia, dado el nivel de desequilibrio ecológico-ambiental al que hemos llevado a nuestro planeta, para evitar así lo que muchos científicos piensan, puede tornarse en un viaje sin retorno a la sexta extinción de la vida en la Tierra.  Evidentemente, hasta ahora hemos evolucionado más como un “Homo parasiticus” que como un “Homo simbioticus” y, por lo tanto, estamos obligados a rectificar el rumbo y buscar el equilibrio.

 

 

  

   Parasitismo y Simbiosis

 

En la naturaleza podemos observar diferentes tipos de interacciones entre los organismos.  Están las interacciones antagónicas como el parasitismo y la depredación, y las virtuosas como la simbiosis. Veamos. El parasitismo es un tipo de interacción en la que un organismo, el parásito, consigue la mayor parte del beneficio de una relación estrecha con el otro, que es el huésped. Es el comportamiento de muchos hongos patógenos que se alimentan de las plantas, pero no las matan. La depredación por otra parte, es una faceta más agresiva del parasitismo que ocurre cuando un organismo mata y consume a otro, así como los hongos entomopatógenos que atacan insectos o arácnidos. La depredación concede energía, prolonga la vida y asegura la reproducción del organismo que mata, en detrimento del organismo que es consumido.  

 

Por otra parte, está la simbiosis que es la interacción que se da cuando los organismos se benefician mutuamente para vivir en equilibrio. Al respecto, cabe destacar las investigaciones de la bióloga y Premio Nobel Lynn Margulis, quien demostró que la simbiosis tuvo un rol fundamental en la evolución de la vida en la Tierra, señalando que “La vida es una unión simbiótica y cooperativa que permite triunfar a los que se asocian”.  Margulis descubrió que las células nucleadas o eucariotas, esas de que están hechos todos los organismos superiores multicelulares como las plantas, los animales y el ser humano, no sólo descienden de las bacterias unicelulares, sino que son literalmente fascinantes asociaciones simbióticas entre células bacterianas diversas.  Estas bacterias se integraron en un pasado remoto para dar origen a una de las relaciones simbióticas más poderosas de la vida en el planeta: la célula eucariótica vegetal que permitió a los animales alimentarse indirectamente del sol a través de la fotosíntesis.  Esta simbiogénesis, según Margulis, fue el principal motor evolutivo de innovación de la vida en el planeta y un factor esencial en la evolución de la biosfera, lograda no por competencia, sino por cooperación.  ¡Y vaya cómo ha triunfado!

 

  • Burcet y el paradigma de las interacciones humanas

 

Josep Burcet fue un incisivo pensador y sociólogo catalán, no ampliamente conocido, a quien le debemos la genial idea de aplicar los conceptos biológicos de parasitismo y simbiosis, para describir las interacciones sociales, económicas y comunicativas en la sociedad humana. 

 

Según él, existirían cuatro formas fundamentales de interacciones humanas:  el parasitismo, la depredación, la necrosis y la simbiosis. 

 

parasitismo,

en el que una parte arrebata algo a la otra, sin devolverle nada a cambio (gana-pierde)

la depredación,

en la que una parte destruye o desorganiza a la otra, en provecho propio, (gana-pierde)

la necrosis  

en la que todas las partes involucradas se minan recíprocamente y salen de la interacción con un nivel de organización menor (pierde-pierde)

la simbiosis,  

en la que todas las partes involucradas salen mejoradas de la interacción (gana-gana)

 https://gestiondelcambio.com.es/paradigma-de-las-interacciones/

 

Cuando un humano, o un grupo de humanos, obtiene su sustento o su riqueza a expensas de otros humanos, se da el parasitismo. Aquí el parasítico consigue el mayor o todo el beneficio de su estrecha relación con el huésped, a quien le arrebata todo o casi todo su valor.  Todas las formaciones de imperios, colonias y muchas de las grandes fortunas se dieron en este tipo de interacción.

 

Otra forma más nefasta de parasitismo es la depredación.  En esta faceta, Burcet ve al depredador como aquel que no solo se sirve del huésped, sino que peor aún, lo desorganiza y destruye en provecho propio.  Ejemplos hay muchos: la política de apartheid en Sudáfrica, la ocupación israelí de Palestina y el horroroso trato que se le dio en nuestro propio país a la etnia Selk'nam en Tierra del Fuego, donde los colonos invasores la aniquilaron hasta la extinción para apropiarse de su tierra y recursos. Como se muestra en el cuadro de arriba, Burcet denomina al parasitismo y a la depredación como interacciones tipo gana-pierde. 

 

Hay un tercer modo de interacción perjudicial: la necrótica. Esta se da cuando las partes se destruyen progresivamente y donde nadie gana y son, por lo tanto, del tipo pierdepierde.   Un ejemplo reciente fue la horrible guerra ente Irak e Irán en la década del 80, donde millones de soldados y civiles de ambas naciones murieron sin que ninguna de las partes lograra beneficio alguno.

 

En contraparte a estas fatídicas conductas, y en concordancia con el dualismo en que nos desenvolvemos, existe también entre los humanos una interacción virtuosa ganagana: la simbiosis.  En esta interacción las partes interactúan en beneficio mutuo.  

 

Burcet demostró que, en el ámbito económico, por ejemplo, la formación del valor ocurre más eficientemente en simbiosis y no bajo parasitismo, donde el valor meramente se traslada con menoscabo para una de las partes. Peor aún es cuando el enriquecimiento ocurre por depredación, que fue el caso de los poderes europeos durante la invasión y colonización de América y África. Europa se enriqueció invadiendo territorios, esclavizando pueblos, y adueñándose de los productos de la tierra y sus recursos naturales, sin prácticamente ningún beneficio o respeto por el huésped indígena.

 

Además, Burcet demuestra en sus textos que, a través de la historia, la humanidad ha privilegiado más bien un modelo político-económico parasítico que inevitablemente induce a considerar a los demás como seres a los que hay que vencer, dominar, someter para sacar una ganancia de ellos. Lamentablemente, hemos naturalizado este tipo de interacción y la hemos enraizado en nuestra cultura.  Obsérvese la forma en que tempranamente en el proceso educativo de nuestros escolares les enseñamos a glorificar a “héroes” cuyas hazañas han sido la explotación de sus congéneres, la conquista de territorios ajenos, y la creación de imperios. Es el paradigma que establece que la única forma concebible de obtener beneficio es derrotando al contrincante. A pesar de que nuestro nivel de conciencia actual permite advertir lo nefasto que ha sido para la convivencia entre nosotros y para la naturaleza, los humanos seguimos aferrados a este modelo depredador consumista gana-pierde.  

 

 

 

     Una propuesta a la virtuosidad.

 

Dado este crítico estado de nuestra civilización, es preciso un profundo cambio político y socio-económico-cultural, que inevitablemente requerirá evolucionar y aceptar que la formación de valor está directamente relacionada con la proporción de interacciones simbióticas “gana-gana” y, que el valor se pierde con el actuar parasítico. Mientras mayor sea la proporción de simbiosis en el conjunto de las interacciones humanas, más virtuosa y eficientes serán los emprendimientos, la formación de valor, el cuidado de la naturaleza, de la que dependemos ineludiblemente, y la eliminación de las injusticias y desigualdades de la sociedad actual.

 

Discretamente, han surgido iniciativas del tipo simbiótico, como el reciclaje, la protección y conservación de la naturaleza, la agricultura sustentable, y, notablemente, la aplicación del concepto de la economía circular. Este es un concepto económico relacionado con la sostenibilidad, cuyo objetivo es que el valor de los productos, los materiales y los recursos (agua, energía, metales, maderas, plásticos, etc.) se mantengan circulando en la economía durante el mayor tiempo posible, reduciendo al mínimo la generación de perjudiciales desechos.  En su blog, la asesora en responsabilidad social chilena Yasmini Zabib, señala que tal cual como en la naturaleza nada se pierde y todo es usado por el siguiente nivel en un círculo virtuoso, lo mismo puede ocurrir en el modelo simbiótico de la economía circular en los negocios y la industria.  Es decir, este modelo busca repensar la producción y generación de servicios de manera tal, que se diseñen expresamente para que sean utilizados y reutilizados, basado en tres principios: diseños que consideren la eliminación de los residuos y contaminación; mantener en uso productos y materiales; y, la regeneración de los sistemas naturales. Por lo tanto, la economía circular es definitivamente un ejemplo de una visión simbiótica con gran creación de valor, del tipo gana-gana, donde todos los participantes salen beneficiados, incluyendo la naturaleza y la economía en general. Esta visión simbiótica hay que llevarla a todas nuestras acciones diarias, a una nueva forma de convivir, a un cambio de los valores de la sociedad, especialmente a la política, a la educación, y a la cultura, en fin, a todas las formas de actuar humano.

 

En conclusión, ya no es suficiente con refundar el capitalismo o relanzar el socialismo. Ambos sistemas han fracasado porque han sido desastrosamente parasíticos, especialmente con el planeta. El modelo de sociedad llamada a salvar la humanidad precisa de un cambio fundamental de nuestro nivel de conciencia para evolucionar del parasitismo hacia la simbiosis, y así profundizar las relaciones gana-gana en los espacios económicos, políticos y sociales, pero sobre todo, con la naturaleza que nos sostiene.  Es absolutamente necesario instalar las interacciones simbióticas en el consiente colectivo.

 

Leví Mansur Vergara, Ph.D.

Genetista